Escenas y Diálogos (7): Ciudad de Hueso

Sección que creó el blog Paradise Of Words, que consiste en escribir las escenas y diálogos que te gustaron de un libro que leíste.       
 * Esta sección puede tener spoilers *

 La puerta se abrió de golpe. Jocelyn soltó un pequeño grito.
  –¡Jesús! –exclamó Luke.
  –En realidad, soy sólo yo –dijo Simon–. Aunque me han dicho que el parecido es sorprendente.

  –Esas chicas del otro extremo del vagón te están mirando.
 Jace adoptó un aire de sosegada complacencia.
  –Por supuesto que lo hacen –dijo–. Soy increíblemente atractivo.

  –No sé –indicó Simon–, no me suena tan terrible. Preferiría que alguien se dedicara a entretenerse con mi mente en lugar de cortarme la cabeza.
  –Entonces eres un idiota mucho más grande de lo que pareces –espetó Jace, contempándole con desprecio.

  –El sarcasmo es el último recurso de los que tienen la imaginación en bancarrota –le respondió ella.

  –Está tan... oscuro –susurró ella.
  –¿Quieres que te coja de la mano?

 Cuando se abrazaron, una sensación fuerte había invadido su cuerpo.

  –A veces pienso que incluso quiere morir, pero eso no significa que debas animarle a hacerlo.

  –La mitad de tu atención es la mejor que toda la de otra persona.

  –¡No es justo guardar secretos!
  –¿Quién ha dicho que el mundo sea justo?

  –Pero es tan hermosa. 
  –También lo eres tú –repuso él.

 (…) y entonces, ella se encontró de algún modo en el círculo de sus brazos y él la besaba.

 Jace mantuvo la mano de Clary en la de él, enviándole diminutas descargas eléctricas que le subían y bajaban por las venas desde todos los puntos donde la tocaba: los dedos, la muñeca, la pala de la mano.

  –¿Realmente quieres saber qué más fue lo que mi madre dijo sobre ti? –preguntó.
 Ella negó con la cabeza.
 Él pareció no advertirlo.
  –Dijo que me romperías el corazón –dijo, y se marchó.

  –Todos vemos lo que queremos ver –replicó él en voz baja.

 Ella le empujó.
  –Déjame salir...
 Jace la retuvo con mano férrea.
  –¿Para que te hagan pedazos? Ni hablar.

 “No puedes salvar a los otros hasta que te hayas salvado a ti mismo primero”, dijo la voz en su mente.

  –No creo en coincidencias –dijo.
  –Yo tampoco.

  –Pero Jace –replicó ella–. Todos los cuentos son ciertos.