* Esta sección puede tener spoilers *
Lo único que me interesa es su sonrisa y su forma de andar.
Soy tan tonta como todas las demás.
St. Clair tiene un atractivo diferente, pertenece a una especie de chicos distinta.
Pienso en lo que acaba de decirme Mer. St. Clair tampoco vuelve a casa esos días, mientras que el resto de la gente, su novia incluida, viajará a Estados Unidos para celebrar Acción de Gracias. Lo que significa que los dos estaremos en París durante el puente de cuatro días. Solos.
Dijo que le gustaba. Lo dijo. Y, aunque estaba como una cuba, no lo habría dicho si no hubiera un mínimo de verdad en sus palabras, ¿no?
–¿Qué tiene de malo ser pulcro? Ojalá yo supiera organizarme mejor. Y, Anna, no conozco a tu padre, pero te garantizo que no te pareces en nada a él.
–¿Cómo lo sabes?
–Bueno, para empezar, él parece un muñeco Ken. Y tú eres preciosa.
No puedo decirle nada sobre las noches que pasamos juntos, pero tampoco me apetece contarle lo que hicimos durante el día. No quiero compartir esos recuerdos con nadie. Son sólo míos, mi secreto.
(...) Empiezo a protestar pero él me interrumpe–. Cualquier tío con el pito en activo se fijaría en ti.
Hay una pausa sorprendida a ambos extremos.
–Porque eres una chica inteligente, está claro. Y divertida. No sólo porque seas atractiva. Que lo eres, y mucho. Oh, porras.
¿Cómo pude ser tan estúpida?
¿Cómo pude llegar a creer que no estaba enamorada de él?
–Me gusta tu sonrisa.
<<Y a mí la tuya.>>
Pero no me atrevo a decirlo en voz alta.
–Pero...
–Pero ¿qué? Lo quieres y él te quiere, y estáis en la ciudad más romántica del mundo.
–No es tan fácil. –Niego con la cabeza.
–Plantéalo así: un chico increíble está enamorado de ti ¿y ni siquiera vas a intentar que funcione?
–¡Te compré un libro de poesía romántica! <<Te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma.>>
Pestañeo sin saber de qué habla.
–Neruda. Te marqué la estrofa. Dios –gruñe–. ¿Por qué no lo abriste?
–Eres la chica más increíble que he conocido. Eres guapa e inteligente y me haces reír como nadie. Y puedo hablar contigo. Y sé que después de todo esto no te merezco, pero lo que intento decirte, Anna, es que te quiero. Mucho.
Y nos echamos a reír. Y nos abrazamos y nos besamos, al principio rápido, para recuperar el tiempo perdido, y luego despacio, porque tenemos todo el tiempo del mundo.
Porque tenía razón. Para nosotros dos, <<casa>> no es un lugar. Es una persona.
Y estamos en casa.